A Quiet Place es una de esas películas que podemos sacar del montón y no es porque sea una película memorable o una que marque un precedente, no. Simplemente este filme dirigido, protagonizado y en parte escrito por John Krasinski se aventura en un género ultra saturado y que el cine nos ha presentado en tantas formas que resulta difícil encontrar algo que refrescante. De alguna manera Krasinski y sus co-guionistas logran insertar algunas piezas que nos hacen que la película funcione más allá del mero entretenimiento y que logra que conectemos de principio a fin con los personajes y sus emociones.

Nuevamente el cine nos lleva a un mundo post-apocalíptico, una seducción de la que Hollywood no ha podido escapar nunca. La destrucción del planeta tierra se le antoja siempre y la creatividad para lograr este fin no tiene límites. Yo ya me lo estoy creyendo y hasta he pensado en prepararme para el fin inminente, las señales están ahí: Ya Donald Trump es presidente de USA y Fefita tiene su vídeo clip con El Mayor, el fin está cerca. Pero volviendo a un final menos doloroso tenemos a una familia que vaga por una ciudad arrasada por una especie de criaturas alienígenas, que para los fines no sabemos ni cómo, ni cuándo, ni por qué llegaron. Lo que sí sabemos es que son letales, que han acabado con media humanidad y que atacan siguiendo su sentido auditivo.

La introducción de Krasinski es un golpe sobre la mesa, no tenemos ni 10 minutos cuando de manera sorpresiva se quiebra uno de los clichés más comunes en el cine de horror para dejar a los espectadores con la boca abierta. Así seguimos el ritmo de A Quiet Place caminando por lugares familiares y examinando como la historia se las arregla para eludir con inteligencia los clichés y cuando digo con inteligencia me refiero a que los utiliza para su propio servicio en lugar de permitir que ellos le hundan el filme en lo convencional. Podemos decir que no es sino hasta el tercer acto cuando finalmente vemos como las estrategias se agotan y el recurso para resolver la situación se da con poco ingenio aunque no deja de ser efectiva.

¿Quiénes somos sino podemos protegerlos?

La entereza de este filme se logra con la combinación de dos componentes, uno emocional que se presenta en la forma del duelo y el otro más técnico con la limitación de los diálogos. Este último está más que justificado dentro de la historia y resulta muy efectivo para crear los momentos dramáticos y para manejar la tensión de cada secuencia. El primero menos obvio es vital para entender las acciones del padre (Karisnski) y la madre (Emily Blunt). ¿Quiénes somos sino podemos protegerlos? Tenemos que protegerlos, es una de las pocas líneas que encontramos en esta película y una que declara la intención del director, aun enfrentando la mayor de las adversidades el fin último de los padres es resguardar a los suyos.

8/10


HPS