Rainer Werner Fassbinder rinde un homenaje a Douglas Sirk, uno de sus directores favoritos. En su estructura Ali: Fear Eats the Soul (1974) es un melodrama. Es justo ahí es donde Fassbinder quiere comenzar, en descomponer el melodrama clásico del Hollywood de los 50. Podemos tomar de la filmografía de Sirk, Imitation of Life (1959) y ahí encontraremos el tema racial que se replica en el filme de Fassbinder. Épocas y latitudes diferentes, incluso conflictos sociales distintos, pero en esencia ambas películas parte de un punto en común.

Ese Ali, interpretado a la perfección por El Hedi ben Salem, encuentra en Emmi (Brigitte Mira) una inusual compañera. El un inmigrante marroquí y ella una alemana pura se envuelven en una relación en la inestable Alemania de los 70. Por un lado, la diferencia racial y por otro el abismo entre las edades, casi 30 años deben distanciarlos y la barrera de una sociedad que no entiende ni tolera su unión. Una noche lluviosa arrastra a Emmi hasta un bar que Ali suele frecuentar, una broma termina por ser determinante para que su amorío comience. La familia de Emmi y todo su entorno rechaza la decisión, los amigos de Ali se burlan de él y tampoco aprueban su proceder.

El miedo se come el alma

Emmi: Seremos ricos, Ali…y nos compraremos un pedacito de cielo.

Ali: ¿Por qué el cielo?

El guión de Fassbinder trasciende por la forma como nos dibuja las dolencias de una sociedad quebrada. Esa realidad en el universo de Emmi y Ali es la misma que ha estado latente desde que el mundo es mundo. Su trasfondo está en una Alemania posguerra y resentida tras la tragedia de las Olimpíadas de Munich, pero se puede aplicar a cualquier país y a cualquier momento histórico. Hoy es tan actual como lo fue cuando el director la concibió. Del drama romántico partimos a la exploración de los personajes y a la crítica social.

Frecuentemente la cámara de Jürgen Jürges (Funny Games) nos deja ver a los personajes desde la distancia, separados del mundo. El distanciamiento se va transformando de lo físico a lo emocional. Para Ali es un lugar un tanto familiar, pero para Emmi el golpe es más fuerte. Una extraña en su propia casa, mientras que Ali se muestra camaleónico y solo a veces deja ver sus verdaderos colores. Los figuras rectangulares y cuadradas enmarcan a los personajes y los hacen prisioneros, igual los barrotes por los que Fassbinder decide mostrarlos. No es tanto lo que dicen sino lo que hacen y como el director plantea la puesta en escena lo que nos hace conectar con los vacíos emocionales de los personajes.

Ali

Brigitte Mira y El Hedi ben Salem (Google images)

Un amor imposible

Las diferencias entre los dos mundos parecen insalvables. Los colores cambian para llevarnos por los cambios en el estado de ánimo de los personajes. Así lo que comienza en un plano emocional e intangible se transforma hasta llegar al plano físico y no es sólo el alma de Ali y Emmi que se debilita sino también sus cuerpos. La euforia del amor es apaciguada por la fría realidad que les zarandea sin piedad.

Ali: Fear Eats the Soul encuentra en el melodrama romántico un canal para montar un discurso sobre la influencia de la sociedad en el comportamiento humano. De igual forma Fassbinder se muestra enfático en su denuncia sobre el tema de la migración y el rechazo sistemático de ciertos grupos étnicos.

9/10