En su sentido más llano apátrida es aquel que carece de nacionalidad legal. Ese sentido de pertenencia que otorga una nacionalidad tiene un gran valor intangible. Es el sentido más puro de ser, esa tierra que se siente se convierte en parte esencial de la persona. La abogada especialista en derechos humanos y ahora cineasta Michele Stephenson, recoge en su documental Apátrida (2020) el problema de la migración haitiana en República Dominicana. La mirada se enfoca de manera más específica sobre una sentencia emitida por el Tribunal Constitucional en 2013. En la misma sólo se consideran como nacionales a las personas nacidas en territorio dominicano de padres dominicanos o residentes legales.

Hurgando en sus raíces haitianas, Stephenson va sobre un tema que el propio cine dominicano ha desaprovechado. Algunas excepciones aparecen en la filmografía de factura quisqueyana que se aventuran con fuerza sobre el tema. Cristo Rey (2013) y La Isla Rota (2018) son las que más fresca tengo en la memoria y de cierta forma en su discurso abordan el tema. El rigor del trabajo documental hace que Apátrida despliegue el contenido con mayor precisión.

La sentencia 168/13

El filme inicia con una introducción que nos enfrenta con las consecuencias de la sentencia 168/13. Luego de que una voz en off nos cuenta sobre una niña haitiana que huye para no ser asesinada, un texto nos hace rememorar la infame matanza de 1937 bajo el mando del dictador Rafael L. Trujillo. La directora se apoya en el relato inicial para montar su narración casi de forma paralela con la aventura de la niña que escapa de los depredadores. Especial hincapié se hace sobre la interpretación de la mencionada sentencia y su carácter retroactivo que abarca desde 1929 y hasta 2010. El resultado directo dejó a cientos de miles de personas de ascendencia haitiana sin nacionalidad dominicana.

Para construir la estructura narrativa Stephenson toma la figura de Rosa Iris Diendomi-Álvarez, una abogada dominicana que se ha especializado en el tema de los nacionales haitianos. Para Rosa Iris esto es una cruzada personal, ya que, ella misma es de ascendencia haitiana. La otra pieza fundamental del discurso de la directora es Teófilo, primo de Rosa Iris y un afectado de manera directa por la resolución del Tribunal Constitucional. Desde estas dos realidades se construye Apátrida y se diserta sobre un tema con raíces muy profundas.

Apátrida

Rosa Iris (Google images)

Una isla dos mundos

Siempre parada firme en el lado de los afectados la cineasta abre un especio para exponer la otra cara del conflicto. Un grupo nacionalista es la otra voz que clama en un conflicto eterno. Pesan mucho los personajes de Rosa y Teófilo, pero el documental se las ingenia para no desbalancearse de manera desmedida y los que abogan a favor de la sentencia no se pintan como villanos puros y simples. Hay un trasfondo que los soporta y justifica sus acciones.

El uso de la cámara oculta busca exponer las falencias del sistema, pero el material carece de fuerza y no produce el efecto deseado. Lo que se consigue con las entrevistas resulta más determinante que lo que se genera en las secuencias donde se recurre a la cámara encubierta. El documental pierde un poco su centro cuando agrega la subtrama del emprendimiento político de Rosa Iris y desaprovecha el tiempo para mostrar más de la profundidad que tiene el personaje de Teófilo.

Fue el pasado festival de TRIBECA que Apátrida tuvo su premiere mundial y en el equipo de trabajo se destaca la participación de la cineasta dominicana Johanné Gómez Terrero (Bajo las carpas, Caribbean Fantasy). La continuidad al trabajo de Stephenson sigue con un proyecto actualmente en desarrollo titulado Hispaniola, donde una vez más indaga sobre el conflicto dominico-haitiano.

7/10