Por: Luis G. Jansen

En una sala de confraternidad, en el marco del Festival Internacional de Cine Global (FUNGLODE), se presentó por primera vez al público la Película Dossier de Ausencias. Una película dirigida por Rolando Díaz, director y guionista cubano, producida por Alfonso Quiñones y protagonizada por Judith Rodriguez.

La película es un docudrama, en el que se dramatiza un hecho o situación real, mezclándolo con el cine documental. Y aun cuando el documental es el género de mayor factura en relación a la calidad aportada al cine dominicano, el docudrama ha sido poco explorado en nuestro cine, por tanto, es una bocanada de aire fresco para nuestro cine.

Dossier de Ausencias es una búsqueda realizada por el personaje de Elaine Perez, interpretada por Judith Rodríguez, a quien he descrito en distintas ocasiones como la mejor actriz del cine dominicano en la actualidad. Judith ha preparado el personaje de Elaine de manera que transmita un aura de sobriedad y paciencia, que la divorcia de sus trabajos anteriores, donde sus personajes habían sido más extrovertidos y afianza su capacidad camaleónica.

El personaje de Elaine es una versión libre, un alter ego, del productor de la película, el periodista y ahora productor de cine, Alfonso Quiñones. Es la representación ficticia del trabajo investigativo realizado por Quinones sobre el fenómeno de las adopciones en Jarabacoa, la municipalidad montañosa del norte del país. Por esto que los críticos dominicanos Dahiana Acosta, Felix Manuel Lora y un servidor, hemos preferido denominar a Elaine como «Alfonsina».

Dossier de ausencias

Escena de Dossier de Ausencias

En el filme se establece muy rápidamente que Elaine (Alfonsina) está atrapada. Esto es representado de manera metafórica en su relación con la ciudad, con la urbe. Elaine se define como una hormiguita, y así la vemos en la pantalla, reducida en su pequeño carro entre la inmensidad ruidosa. Ella se encuentra viajando durante toda la película, pero su viaje no es a Jarabacoa, la provincia norteña del país; es un recorrido mucho más íntimo.

Elaine procura aislarse de sí misma, de sus demonios, y se refugia en su trabajo. Y es su trabajo que le permite, de hecho, le obliga a realizar su travesía y desconectarse. Jarabacoa desdobla a Elaine (Alfonsina). La aleja del agobio de la ciudad, la desmonta de su vehículo, de su vida, y la transporta en la moto de una aliada en su investigación.

Esta aliada es Maile, que representa su vehículo y su conexión con su mundo en Jarabacoa. Elaine cruza el portal de Maile, lo que la conduce a su búsqueda por su Santo Grial, Moraima, su objeto del deseo, que, como todo objeto de deseo, termina en decepción.

Respondiendo al esoterismo del docudrama, se toma la decisión de utilizar a los entrevistados para interpretarse a sí mismo, y en muchos casos, exceptuando a Moraima, se delatan en la pantalla. Esto, junto a una edición que en ratos irrespeta su propio tempo, y la intervención incisiva del personaje principal que interrumpe la capitalización del dolor, pueden llegar a distraer a los espectadores más exigentes. Los silencios también son cine.

Elaine considera que ha fracasado en su viaje. Ha entendido que algunas cosas no se pueden cambiar, porque como escribió Bukowski: «No hay nada peor que demasiado tarde». Y Al final, el agua limpia todo, cierra un episodio. Regresa a la ciudad que la asedia, regresa a su vida, vencida; los camiones siguen ahí, venciéndola.

“Te vas Alfonsina

Con tu soledad,

¿Qué poemas nuevos

Fuiste a buscar?

Una voz antigua

De viento y de sal

Te requiebra el alma

Y la está llevando

Y te vas hacia allá”