Charles Olson sentenció en su inmortal poema The Kingfishers, «Lo que no cambia es la voluntad de cambiar». En algunos más que en otros esa voluntad late y muchas veces se eleva por encima de nuestra propia razón. En cierta medida El Hoyo, del director Galder Gaztelu-Urrutia, persigue esa esencia del ser humano. Su desgraciado protagonista busca, primero cambiar su situación y luego la de su entorno. Antes de aterrizar en los anaqueles virtuales de Netflix el filme se coronó en el festival Internacional de Toronto con el premio a la mejor película en el segmento “Locura de Medianoche”, sección reservada para los filmes de terror y líneas similares. De igual manera se llevó cuatro premios en el Festival de Sitges incluyendo Mejor Película.

Despertamos junto al protagonista en una especie de prisión. En esos primeros minutos que el director usa para plantearnos el conflicto entendemos que se trata de una cárcel vertical donde los prisioneros se distribuyen a razón de una pareja por cada nivel. También nos vamos a enterar cómo funciona una plataforma que sube y baja para que los internos puedan obtener sus alimentos. Unos minutos bastan para entender el dilema moral que será la piedra angular del discurso.

EL HOYO

El guión de David Desola y Pedro Rivero se dibuja en una especie de mundo Orwellianio. Ese Goreng (Ivan Massagué) nos recuerda al también desafortunado Winston de la obra de Orwell. Detrás de la violencia gráfica que empuja a la película por los senderos del cine gore, el argumento permite que la audiencia se pueda plantear preguntas morales sobre la sociedad y nuestro rol en ella. La verticalidad juega un papel determinante en el paralelismo de los habitantes de esa prisión y nuestro mundo actual. La abundancia en la clase alta contrastada con la carencia extrema en los niveles más bajos y la incapacidad para encontrar el balance de forma sensata. La violencia parece ser la única chispa que puede encender una revolución transformadora.

Los diálogos entre Goreng y Timagasi (Zorion Eguileor) despuntan como lo mejor de la película. Sus debates éticos y existenciales sirven como vehículo para que la historia encuentre movilidad y dinamismo en el confinamiento de esa única locación. Luego, en el viaje que emprende Goreng tendremos los encuentros con los demás personajes que terminan por moldear de manera definitiva el discurso de El Hoyo. En su primera mitad un drama existencial y de estudio social y en su desenlace un carnaval de violencia.

El hoyo

Fotograma de El Hoyo (Google Images)

LA PLATAFORMA

Esa plataforma que se muestra impecable, apetecible y abundante sale a sus rondas por el mundo. En sus verticales andares son los individuos los que la profanan y la terminan por convertir en algo detestable. El manjar, que bien puede representar cualquiera de los recursos no renovables del planeta, parece ser el justo para alcanzar a todos si se distribuye con equidad peor la voluntad humana tiene otros planes. La verticalidad nubla la razón y nutre el ego, mientras que ese Goreng persigue conseguir un cambio estableciendo un pensamiento más horizontal y colectivo.

El Hoyo es un filme que se define muy bien en los géneros de la ciencia ficción y el cine horror. Navega esas aguas sin muchas pretensiones y entrega una película entretenida y con una premisa sólida que se desarrolla de manera correcta.

7/10