Puntuación: 5 de 5.

Sin saberlo y antes de que se diga la primera palabra ya se nos ha presentado el primer personaje. La primera secuencia se compone con varios planos de un apartamento. Vamos pasando de una estancia a la otra y todo luce en perfecto orden y con los pequeños detalles que se destacan podemos tener una idea de qué tipo de persona habita en este espacio. En El Padre (2020) de Florian Zeller los ambientes juegan un papel fundamental, ese piso donde se desarrolla gran parte de la acción es un personaje igual de importante que los actores que lo ocupan. La dirección de arte y el diseño de producción obedecen de forma absoluta al guión y su propósito.

Zeller debuta con este largometraje adaptando su propia obra de teatro. Ya en 2015 el director Philippe Le Guay había adaptado la obra de Zeller para el cine con el filme Florida. Ahora el Zeller decide tomar el control total y trabajar la adaptación del guión y ocupar la silla del director. Extrapolando su experiencia sobre las tablas al set de cine el autor francés logra concebir un filme que destila la esencia del teatro pero que habla con el rigor de los códigos cinematográficos. Hay aquí, una perfecta comunión entre los actores y su entorno.

Hopkins vs Colman

Anthony (Anthony Hopkins) es un octogenario que vive solo en su apartamento. Tras un incidente con una de sus cuidadoras su hija Anne (Olivia Colman) tiene que tomar la decisión de llevar a su padre a un hogar para ancianos. Todo parece indicar que ya Anthony no puede valerse por sí mismo, pero las intenciones de Anne parecen tener otra motivación y no necesariamente el bienestar de su padre. Con esta simple premisa el director desarrolla una historia espesa que se adentra con ímpetu en la psiquis de sus personajes. No se malgasta ni un solo segundo del metraje y con cada dialogo y cada encuadre el filme nos seduce y nos hace conectar de manera directa con los protagonistas y sus circunstancias.

Lo que ofrecen Hopkins y Colman es de antología. No es ningún secreto la calidad y versatilidad del nativo de Gales, mientras que la británica también ha demostrado sobrada calidad y mutabilidad para enfundarse en distintos personajes. El reparto no pudo ser mejor y la química en pantalla es asombrosa. Es como ver un combate de esgrima, es un arte de defensa y los contrincantes lanzan sus ataques de maneta precisa y calculada. Cuando Anne esgrime sus argumentos, Anthony los evade y busca el ángulo perfecto para blandir su espada.

El tercer hombre

Junto con los potentes diálogos y demostraciones intensas usando un lenguaje no verbal tenemos a el escenario. El tercer pilar en esta ecuación es ese apartamento que se transforma para jugar con nuestra mente y para darnos la perspectiva desde la mente de Anthony. Un rompecabezas visual obliga a agudizar los sentidos y prepara el terreno para que el tercer jugador cobre vida. La fotografía de Ben Smithard (Downton Abbey) pacta con la edición de Yorgos Lamprinos (Capital, Xenia) para que el ambiente se exprese y participe junto a los seres que lo llenan. Sin esos detalles que nos regalan la dirección de arte y la decoración de los escenarios El Padre no podría concebirse.

Formal y sobrio Florian Zeller compone un discurso sumamente complejo desde el plano psicológico de sus personajes y logra plantear dilemas morales universales. En este intrincado proceso le cede espacio a Olivia Colman y Anthony Hopkins para que corran con rienda suelta y repasen todos los registros posibles para un intérprete. Sin pomposidad El Padre se alza como un filme enérgico y magistralmente ejecutado.