Fernando Meirelles siempre será recordado por Ciudad de Dios. El filme de 2002 sigue siendo al día de hoy su mejor carta de presentación. En Los Dos Papas el director, nativo de Sao Paulo, toca uno de los puntos más importantes de la historia reciente. Recreando las figuras del papa Benedicto XVI y el papa Francisco, el director se pasea por uno de los momentos más determinantes para la iglesia católica. Esta producción de Netflix ha recibido cuatro nominaciones a los Globos de Oro, incluida Mejor Película dramática.

El guión de Anthony McCarten (La Teoría del Todo, La Hora Más Oscura) se levanta sobre las supuestas conversaciones entre los cardenales Joseph Ratzinger y Jorge Bergoglio, justo antes de que el primero abdicara como sumo pontífice y el segundo asumiera como nuevo jefe de la iglesia católica. La fuerza de la historia radica principalmente en anteponer a estas dos figuras, el relato nos dibuja dos polos opuestos que caminan hacia el terreno de la conciliación.

DOS PAPAS

El cardenal Jorge Bergoglio (Jonathan Pryce) pronuncia un discurso en su comunidad de Argentina y justo al terminar recibe la noticia, el papa Juan Pablo II ha fallecido. Es justo aquí que el filme fija su punto de partida. Imágenes de archivo se mezclan con los fotogramas de la ficción para llevarnos hasta el momento del cónclave en 2005, cuando los cardenales debieron deliberar para elegir al nuevo sucesor de San Pedro. Una vez en la ciudad del vaticano la figura del cardenal Joseph Ratzinger (Anthony Hopkins) entra en escena.  La famosa fumata blanca sale por la chimenea y Benedicto XVI es investido como nuevo pontífice.

Hasta ese punto podemos decir que eso de “inspirada en hechos reales” le va bien. La ficción se abre paso para preparar el escenario donde Pryce y Hopkins se batirán a lo Ali y Frazier en Manila. El escenario se cambia a Roma y los guantes se cambian por los dogmas y los dilemas de la fe. Los Dos Papas se nos da como una exploración del alma humana desde dos visiones diferentes. Entre los maravillosos diálogos de ataque y contraataque se trenza una historia que permite a los dos veteranos actores lucirse.

La cámara de César Charlone (Ciudad de Dios, El Baño del Papa) encuentra un agradable refugio en la majestuosidad de las réplicas de los sets interiores y en también en los escenarios exteriores. El espectáculo visual de Los Dos Papas sirve como válvula de escape para los intensos y extensos debates en los que se enfrascan Ratzinger y Bergoglio. Es aquí donde reside la mayor fuerza del filme, las impecables actuaciones y la imponente fotografía.

Los Dos Papas

Jonathan Pryce y Anthony Hopkins (Google Images)

HABEMUS PAPAM

Meirelles trasciende como narrador y con sus imágenes nos entrega una película sólida y que a pesar de hurgar profundo en los dilemas existenciales resulta una película de buen ritmo. Siempre apegado a los estándares del mainstream el director arriesga poco en su puesta en escena y esto impide que el filme se adentre por senderos más escabrosos. En los temas neurálgicos el guión se mantiene en la superficie y nos hace recordar la fuerza con que el filme Gracias a Dios, de François Ozon, se abalanzó sobre los escándalos de abusos sexuales en la iglesia católica. Si bien el objetivo aquí era otro cuando la historia se encamina por estos obligados senderos, la evasión se convierte en la regla.

En los momentos que Meirelles se decide por cambiar el tiempo de su relato y moverse en las líneas de la comedia la mente nos ha llevado a otro lugar. Hemos recordado a Nanni Moretti y su filme que disfrutamos de cabo a rabo, Habemus Papam. En 2011 el director italiano nos regaló una comedia que cruza caminos con la presente. Moretti se inventó la historia de un papa electo que tras un ataque de pánico decide huir de la responsabilidad conferida. Nos gusta el ingrediente de comedia y el uso que le da el director en la presente pero se nos hizo imposible no desear la frescura y genialidad con la que Moretti trató el tema.

Los Dos Papas combina una historia de estudio de personajes con los códigos del entretenimiento hollywoodense para llevar a la audiencia a un lugar cómodo. En el camino el filme evita lesionar intereses y se adhiere a lo políticamente correcto. El momento cuando se menciona el nombre del Obispo Maciel y el audio se silencia para que apenas podamos leer los labios de ese Ratzinger de Hopkins, confirma que Meirelles no quería transitar por esos senderos.

8/10