El 19 de Junio de 2016 el actor Anton Yelchin falleció. Su muerte fue descrita como un “extraño accidente”, el joven actor se desmontó de su vehículo en la entrada de su residencia para ir a revisar su correo y en ese instante el vehículo se deslizo y lo impactó dejándolo presionado contra un muro. Los forenses dictaminaron que la muerte se produjo por asfixia. En el documental Love, Antosha el cineasta Garret Price nos muestra la vida del talentoso Yelchin.

De entrada puede parecer demasiado íntimo el trabajo de Price. Un filme sobre la carrera de un actor que si bien labró un interesante camino en la industria aún no se había convertido en una marca registrada. En cierto modo Love, Antosha se entrega como una carta de amor póstuma, como esos fragmentos que suelen recitarse en los funerales implorando que sean escuchados por el ser que ya no está. El director se compromete con la nostalgia para repasar la carrera de un actor que sobre todo era un amante innato del cine.

EL CLUB DE LOS 27

Anton Yelchin nació en el seno de una familia de patinadores profesionales, sus padres emigraron a Estados Unidos justo cuando él nació en busca de procurarle un mejor futuro. Su histrionismo se mostró muy temprano y los progenitores le encarrilaron en los programas de actuación. Luego de varios comerciales de televisión su debut le llegó a los 11 años con una participación en la serie para televisión “ER”. Una vez se subió a ese tren su carrera nunca se detuvo, en 6 años de carrera profesional el perspicaz actor acumulo 69 títulos entre el cine y la televisión.

Justo cuando su carrera tomaba un giro que encaminaba a Yelchin  hacia una de esas actuaciones que inmortalizan a los actores. El destino decidió que acompañara a Morrison, Joplin, Cobain, Hendrix, Winehouse y otros tantos en el vil “Club de los 27”, ese al que nadie quiere pertenecer pero que ha fraguado mitos elevándolos del plano terrenal a temprana edad. Dentro de la estructura argumental de Love, Antosha podemos ver como la carrera artística de Yelchin asomaba un potencial inmenso y así lo demostró en películas como Alpha Dog (2006) o The Beaver (2011).

love antosha

Love, Antosha (Courtesy of Sundance Institute | photo by Anton Yelchin)

El MUNDO DE YELCHIN

La piedra angular de Love, Antosha es el testimonio de los padres. La magnífica edición, del propio Garret Price, nos bombardea con fílmicas caseras de su infancia que se intercalan con los recuerdos del padre y la madre y de igual forma se suman los testimonios de colegas de la industria y amigos de la infancia. Los elogios sobran y por momentos vemos todo en un solo tono, pero hay detalles que nos enseñan la parte más humana de Yelchin. Su batalla con una enfermedad congénita de la que pocos sabían e incluso le fue ocultada hasta su adolescencia. También esa sed creativa que lo lanzaba a los mundos más sórdidos para encontrar inspiración artística.

“La raza humana ha sido engañada. En un mundo que avanza muy rápido simplemente quiero que no se le olvide” (Martin Landau sobre Anton Yelchin)

Pocos pueden lucir tanto currículum como Yelchin, con sólo 27 años fue mucho lo que cosechó en el cine y en momento de su muerte estaba en la pre-producción de lo que sería su debut como director. Un su mesa de trofeos podemos contar haber compartido escena con nombres como: Anthony Hopkins, Willem Dafoe, Frank Langella, Jon Voight, Bruce Willis. De igual forma estuvo bajo las órdenes de directores como: Nick Cassavetes, Jim Jarmush y claro J. J. Abrams que lo catapultó en el cine de masas con su “Star Trek”. Fue su participación la franquicia de culto del mundo de la ciencia ficción que popularizó al actor.

En más de una ocasión Yelchin confesó que Nicolas Cage era su actor favorito. Es el propio Cage que pone su voz sobre los textos del diario de Yelchin que escuchamos en voz en off. Otro gesto que suma a este adiós en forma de epístola cinematográfica.

En cierto modo Love, Antosha es un documental simple. Se mantiene en las líneas de lo tradicional pero, el sujeto central posee fuerza suficiente para lograr que trascienda. Garret Price domina el uso del lenguaje cinematográfico y concibe un filme realmente conmovedor.

8/10