Puntuación: 5 de 5.

«Estados Unidos tiene Saigón, los franceses la batalla de Dien Bien Phu, los belgas su Congo y Holanda tendrá Srebrenica.» Frank Westerman

La guerra de Bosnia terminó el 14 de diciembre de 1995, pero meses tuvo lugar uno de los episodios más sangrientos de este conflicto. Según datos más de 100 mil personas murieron desde 1992 y hasta 1995. Fue precisamente el 11 de julio de 1995 que comenzó la infame masacre de Srebrenica. La directora Jasmila Zbanic nos cuenta en Quo Vadis, Aida? (2020) la hora más oscura de la ciudad que fuera considerada como una “zona segura” por las Naciones Unidas.

Las tropas serbobosnias comandadas por el general Ratko Mladic invadieron Srebrenica forzando a los moradores a buscar refugio en el campamento de la ONU en Potocari. En los días siguientes unos 8 mil hombres y niños fueron asesinados y enterrados en fosas comunes. Este genocidio contra la población bosnio-musulmana siempre pesará sobre los militares holandeses que estaban a cargo de la misión de paz en Bosnia.

La guerra de Aida

Aida (Jasna Djuricic) trabaja como traductora para la Naciones Unidas en el pequeño pueblo de Srebrenica. Cuando la ciudad es tomada por el ejército del general Ratko Mladic (Boris Isakovic), Aida queda atrapada entre su responsabilidad intérprete y su rol de madre y esposa. Desde los ojos de la estoica mujer presenciamos en primera persona las atrocidades de la guerra y las heridas imborrables que deja a su paso. Unas horas en la vida de Aida nos bastan para conocer la historia de un pueblo y de sus habitantes. No sólo conectamos emocionalmente con la protagonista, sino que, desde ella llegamos a miles de almas que vivieron un verdadero infierno.

Quo Vadis, Aida? no es el primer acercamiento de la directora Zbanic a la guerra en Bosnia. Para la nacida en Sarajevo este es un tema muy personal y que ha marcado su obra. En Grbaiva: The Land of My Dreams (2006) aborda la situación de la posguerra a través de una madre y la relación con su hija. Y regresa en 2013 con el drama For those Who Can Tell No Tales, en el que un turista australiano descubre los horrores de la guerra en un pequeño pueblo en la frontera entre Bosnia y Serbia.

La ficción es un vehículo para enfrentarnos a la realidad. Tal vez nos alivie saber esa Jasna Djuricic, que interpreta de forma magistral a esa Aida, sólo está actuando y que los cientos de extras tomaron un descanso cuando la directora gritó “corten” y siguieron con sus vidas. Pero lo que vivimos en esa hora y cuarenta minutos se aproxima a las orillas del documental. Cada plano y cada secuencia nos devastan, no podemos dejar de pensar en la crueldad de esos hombres y el infortunio de las víctimas.

¿Adónde vas Aida?

La cámara de Christine A. Maier (Nordrand, Mademoiselle Paradis) no se apresura, se toma su tiempo y se posa sobre los rostros como para mostrarnos su más profunda intimidad. Aun cuando Aida corre de manera frenética para salvar a su esposo e hijos el lente se mantiene sereno. Con este estilo el filme se reviste con una solemnidad que la entendemos como un gesto de respeto hacía las victimas y sus familiares. No se aprovecha la guerra como un artefacto para buscar efectos sensacionales con las explosiones o los tiroteos. Su espanto está siempre latente sin la necesidad de los ríos de sangre y las vísceras rodando frente a nuestros ojos. El horror se maneja desde el plano psicológico y de manera sutil la directora nos hace revivir esos funestos días en Srebrenica.

La composición de Antoni Lazarkiewicz (In Darkness) es concisa y se aparta de las estridencias para mantener el ritmo narrativo que Zbanic elige para montar su discurso. Las notas se insertan de manera precisa y se ejecutan a la perfección para encerrar a la audiencia en la tensión que vivieron Aida y su familia junto a miles de personas. Hasta cuando cede el terreno al silencio los acordes de Lazarkiewicz siguen resonando en nuestra cabeza.

Con un flashback que emerge sin contratiempos y de la manera más delicada atestiguamos la vida de Aida antes de la guerra. Lo colores vívidos y la música alegre contrastan con la palidez de la nueva realidad. Ahí la vemos feliz y disfrutando junto a la familia y amigos. En una secuencia en cámara lenta todos van desfilando frente al lente y sus rostros parecen evocar la tragedia que está por venir.

La metáfora de la leyenda cristiana que se registra en Los Hechos de Pedro cobra sentido cuando vemos a Aida regresar a su ciudad tiempo después de la tragedia. La imaginamos como el Pedro que le preguntó a su Señor: «¿Quo vadis, Domine?», y al igual que el discípulo la vemos regresar con la intención de continuar su ministerio. En esa secuencia final la directora nos da la estocada mortal.