Puntuación: 2.5 de 5.

El director Kevin Macdonald tiene un buen olfato para los temas políticos. The Mauritanian (2021) se suma a títulos como El Último Rey de Escocia (2006) y State of Play (2009). En la primera un fenomenal Forest Whitaker interpretó al dictador Idi Amin “El carnicero de Uganda”, en una historia que muestra parte de su régimen contada desde la óptica de su doctor de cabecera. En la de 2009 un periodista interpretado por Russell Crowe investiga una conspiración luego de que un miembro del congreso de los Estados Unidos es asesinado.

En ese terrero que le ha resultado tan fértil es donde Macdonald vuelve a sembrar. Echando mano del libro “Guantánamo Diary” el director pone en pantalla la historia de Mohamedou Ould Slahi. Slahi es un mauritano que fue detenido en 2001 para ser interrogado por los ataques terroristas del 11 de septiembre en por parte de al Qaeda. Desde 2002 y hasta 2016 fue un prisionero en la base militar de Guantánamo donde escribió sus memorias y logró publicar en 2015. De ahí parte el guión que da vida a The Mauritanian.

El mauritano

En la secuencia vemos a Slahi (Tahar Rahim) caminar por una playa en Mauritania, la cámara le sigue y se posa en su rostro que expresa paz y plenitud. A seguidas entramos en una celebración donde todos cantan, bailan y beben, pero una visita inesperada cambia el ánimo del momento. Unos policías procuran a Slahi para interrogarlo y el ambiente se carga con una incertidumbre que presagia una tragedia. Argumentalmente esa introducción sirve para contrastar con el difícil camino que el protagonista va a recorrer. Macdonald pone todas las fichas sobre la mesa de golpe. En las secuencias siguientes nos introduce a Nancy Hollander (Jodie Foster), la experimentada abogada que asume el caso del mauritano y al coronel Couch (Benedict Cumberbatch) que es designado para representar a la fiscalía y lograr una condena contra Slahi.

A diferencia de otros filmes donde el director ha mostrado gran agilidad para ilustrar la intriga aquí se queda corto. Atrapados en los clichés, sus personajes se sienten rígidos y aún cuando las interpretaciones son acertadas no pueden trascender más allá de unas líneas bien marcadas. El suspenso que viene con la peligrosa investigación y las horrendas verdades que se destapan pierde efecto cuando se insertan momentos que no tienen otro propósito que manipular a la audiencia. Los flashbacks que nos meten en los momentos más aterradores del confinamiento en Guantánamo nos recuerdan al filme de Scott Z. Burns The Report (2019). El de Burns hace un mejor trabajo en presentar y desarrollar el tema.

“En árabe, la palabra para libertad y perdón es la misma. Es así como, incluso aquí, puedo ser libre.”

Y justicia para todos

The Mauritanian pone la lupa sobre uno de los más de 8 mil detenidos que han pasado por el centro de detención de Guantánamo. Este sería un nombre políticamente correcto para lo que en realidad es un centro de tortura que se esconde a la vista de todos. Si algo logra muy bien el director Kevin Macdonald es la ambientación, cuando la cámara se mueve en esos pasillos de la prisión tanto en interiores como las secuencias en exterior podemos conectar muy bien con el personaje y sentir la desesperación.

Sin dudas la historia de Mohamedou Ould Slahi tiene mucha tela por donde cortar, sus nexos con al Qaeda, su participación o no en los atentados del 11 de septiembre y su odisea en el sistema de detenciones de la C.I.A. pero donde descansa la fuerza de The Mauritanian es en la ilegalidad de su encarcelamiento. El catalizador aquí es el debate legal y político que representa coartar la libertad de in individuo por años si presentar prueba alguna en su contra. El planteamiento procede de manera efectiva pero la ejecución es desigual y nos quedamos con una película que se decide por complacer al público antes que profundizar en el análisis de los personajes.