Puntuación: 4 de 5.

Para los pobres solo hay dos maneras de llegar a la cima, el crimen o la política. ¿Es así en su país también?

Todos amamos una buena historia de superación y el cine lo sabe. Pero nos apela aún más si hay un lado oscuro detrás de ese relato, nunca es demasiado para el morbo humano. Tigre Blanco de Ramin Bahrani (99 Homes, Man Push Cart) conjuga muy bien los códigos del cine de entretenimiento con los elementos del cine que procura la denuncia social. En el código genético de esta película es fácil encontrar los indicadores que apuntan a ganar el favor de la audiencia y de encaminarse en el mainstream, pero hay más de lo que el ojo puede ver.

El best-seller de Aravind Adiga sirve de base para el guión que desarrolla el propio director. Un personaje con el cual es fácil simpatizar y un improbable viaje de ascenso sientan la base para el argumento de la historia. Lo demás se lo dejan a Netflix y ellos comenzaran a mezclar los ingredientes para que el filme encuentre su camino en esos anaqueles digitales.

Un Tigre Blanco

Balram (Adarsh Gourav) ha nacido en el lado oscuro, en un lugar olvidado y sin posibilidades de salir del círculo de miseria que le rodea. Pero hay algo en Balram que lo distingue y lo lleva a ser comparado con el inusual tigre blanco. Al igual que el exótico felino su singularidad le hace sobresalir. Lo único que sabe hacer es servir y esa es la herramienta que usa para escalar fuera del hoyo. Su encuentro con Ashok (Rajkummar Rao) le brinda la oportunidad se convertirse en sirviente para una familia de casta superior y así seguir su ascenso.

La estructura del primer acto es bastante simple y directa, hasta podemos decir que lo hemos visto un montón de veces, pero el director encuentra la forma de encajar un subtexto social que le otorga una relevancia mayor al personaje central y sus acciones. Cuando Balram habla hay un clamor que representa a toda una clase que es oprimida por la corrupción y un sistema de clases absurdo. El flashback es el recurso predilecto del director Bahrani y lo complementa muy bien con el uso de la voz en off.

Tigre Blanco se vende como una historia del héroe improbable, del sujeto que peregrina en el siempre escabroso camino hasta la cúspide. Esa es sólo la excusa para mostrarnos una realidad cruda y dolorosa, que nos habla de un país que se sostiene a costa de la penuria de muchos. Balram puede ser un personaje que nace de la imaginación de un autor, pero su molde lo podemos encontrar en cualquiera de las calles de la India.

Si Shakespeare hubiera nacido en la India tal vez su Hamlet se hubiera preguntado: ¿Comer o ser comido?