Fue una grata sorpresa encontrarme con el filme La Llorona en Toronto. Cuando vi que el director era Jayro Bustamante la elección fue fácil. Mi primer encuentro con el cineasta guatemalteco fue con su opera prima IXCANUL (2015) en un festival de cine en Santo Domingo, una película poderosa y un verdadero triunfo cinematográfico. Ahora Bustamante aterriza en la edición 2019 del Toronto International Film Festival con su obra más reciente.
En una conversación con el director posterior a la proyección de la película, en sus palabras definió a La Llorona como la tercera pieza de un tríptico. No una trilogía sino una misma obra con tres caras. Ixcanul (2015) y Temblores (2019) siendo las otras dos partes de ese todo. En cada una el director aborda un tema neurálgico para la sociedad guatemalteca, desde la pérdida de la identidad, pasando por el tabú de la homosexualidad y hasta tocar el tema de la guerra civil y los genocidios.
LA LEYENDA DE LA LLORONA
El mito de La Llorona se puede rastrear hasta México antes de la llegada de los conquistadores españoles. Con el paso de los años los relatos han cambiado y los motivos de este espectro que atormenta a los humanos han variado. En su esencia este personaje es una mujer afligida por la pérdida de sus hijos y que vaga por las calles llorando. Se dice que su visita es presagio de penas y dolor.
La leyenda no es exclusiva de los mexicanos y en Guatemala también tienen su Llorona. La misma mujer vestida de blanco y con el rostro cubierto que camina de forma lenta y que al llegar a un lugar con agua desaparece. Jayro Bustamente usa esta figura para crear drama de terror que explora una de las épocas más oscuras del pasado reciente en Guatemala.
Pude preguntarle a Bustamente por qué decidió recurrir al elemento sobrenatural para contarnos una historia tan cruda como la del exterminio de los indígenas. La idea era hacer de La Llorona una especie de justiciera en nombre de todos esos agraviados. Que llegara una revancha impecable que la corrupción y los poderes del mundo no pudieran detener.
EL GENOCIDIO DE LOS MAYAS IXILES
Duarnte los años 80 una Guatemala sumida en una guerra civil vivió el exterminio de más de 100 mil indígenas. El pretexto del General Efraín Ríos Montt, presidente del país tras un golpe de estado, fue de que en esas poblaciones se escondían los guerrilleros. Este es el punto de partida para el guión de Jayro Bustamante en La Llorona. Enrique (Julio Díaz) es un general retirado que enfrenta un juicio por genocidio, tras una de las audiencias el general se ve confinado a su residencia y es aquí cuando entra Alma (María Mercedes Coroy) en escena. Con la llegada de Alma las cosas se complican más en la ya tensa situación familiar de Enrique.
Sin recurrir a los artilugios clásicos de las películas del cine de terror el director crea una atmósfera perfecta. Confinando a la audiencia en una sola locación junto a esta familia crea esa sensación de asfixia que nos consume. De manera sutil vamos pasando del drama al terror y nos hundimos en el mundo sobrenatural de La Llorona. Lo importante aquí es lo que subyace y lo que el discurso de Bustamente nos deja entre líneas, impunidad, complicidad y querer ocultar un pasado que aún tiene heridas abiertas.
La Llorona con su revancha viene a enmendar lo que un sistema corrupto no pudo juzgar de forma correcta. Es un discurso político envuelto en leyendas sobrenaturales. Nuevamente el director vuelve a trabajar con actores de formación e interpretes no profesionales, una pequeña comunidad de talentos que han estado desde su primera obra. El balance es perfecto y dota al filme de una veracidad que por momentos tiene tintes de documental. Lo que realmente aterra es la impunidad.
8/10